¡Descubrimiento Sorprendente! En la Antigua Mesopotamia, el Amor se Sentía en el Hígado y la Rabia en los Pies
En un descubrimiento que nos hace replantear cómo sentimos, arqueólogos han revelado que en la antigua Mesopotamia, el amor se percibía en el hígado y la rabia en los pies, desafiando nuestras ideas modernas sobre el cuerpo y las emociones.
Imagínate esto: hace 3.000 años, en la civilización más antigua que conocemos, los mesopotámicos sentían el amor no en el corazón, sino en el hígado, y la rabia, en lugar de en el pecho, la sentían en los pies. Sí, lo has leído bien. Un grupo de arqueólogos acaba de desentrañar textos antiguos que nos revelan esta curiosa forma de conectar cuerpo y emociones, desafiando completamente nuestra percepción moderna de cómo se experimentan los sentimientos.
Este estudio, liderado por la profesora Saana Svärd de la Universidad de Helsinki, ha analizado más de un millón de palabras de la antigua lengua acadia, grabadas en tablillas de arcilla entre los siglos IX y VII a.C. Lo que han encontrado no solo es fascinante sino que nos hace ver cómo las culturas antiguas percibían el cuerpo humano de maneras que hoy nos parecen casi mágicas o poéticas.
Los mesopotámicos, según estos textos, asociaban la felicidad con el hígado, un órgano que veían como el centro de la alegría, usando palabras como «brillar» o «llenarse» para describirla. Esta visión simbólica y funcional del hígado va mucho más allá de lo que hoy entendemos como su función biológica, sugiriendo un entendimiento del cuerpo que era tanto espiritual como físico.
Pero si la felicidad estaba en el hígado, ¿dónde sentían el amor? Pues resulta que no solo en el corazón, sino también en las rodillas, lo que podríamos interpretar como una metáfora de la vulnerabilidad y la reverencia que el amor puede inspirar. Imagina arrodillarte ante alguien por amor, literalmente sintiendo esa emoción en tus rodillas. Es una imagen poderosa, ¿verdad?
Y la rabia, esa emoción que hoy asociamos con el calor en el rostro o la tensión en las manos, para ellos se manifestaba en los pies. Puede que parezca extraño, pero esto nos abre una ventana a cómo las culturas pueden dar significado a los sentimientos de maneras muy distintas a las nuestras. Quizás para ellos, la rabia era una fuerza que te hacía patear o moverte con furia.
Este descubrimiento no solo es un salto en el tiempo, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo la cultura y el lenguaje moldean nuestra experiencia emocional. Nos hace preguntarnos si nuestras propias percepciones del cuerpo y las emociones son tan «naturales» como creemos o si son, en gran parte, construcciones culturales.
Los investigadores están emocionados porque este estudio abre la puerta a más investigaciones comparativas. Planean aplicar este enfoque a textos de otras épocas y culturas, como corpus en inglés del siglo XX, para ver cómo ha evolucionado la experiencia emocional a lo largo del tiempo y entre diferentes pueblos. Esta metodología podría ofrecernos una visión más rica y diversa de la historia humana y de cómo sentimos.
Así que, la próxima vez que sientas una emoción intensa, piensa en cómo una antigua civilización la habría experimentado de manera diferente. Tal vez esto nos enseñe a ser más empáticos con cómo otras culturas y personas perciben y viven sus emociones, demostrando que, aunque cambien las épocas y las lenguas, la humanidad siempre ha buscado entender y expresar lo que siente en su corazón… o en su hígado, o en sus pies.