Olas de calor marinas, una tendencia peligrosa que pasa desapercibida
Ciudad de México, a 25 de julio de 2023.- Los océanos del mundo están hirviendo este año, con el Atlántico en el punto de mira de la comunidad científica, al haber alcanzado su récord de temperatura en junio, según los análisis satelitales del Servicio de Cambio Climático de Copernicus.
«Desde que tenemos registros, nunca se ha visto al Atlántico Norte con una extensión tan grande de anomalías positivas en la temperatura superficial del agua», explicaba el meteorólogo González Alemán en una publicación de Twitter.
Para entender el fenómeno hay que partir de la base de que casi el 90% del exceso de calor generado por el cambio climático se ha almacenado en el océano, y en las últimas dos décadas se ha duplicado esa tasa de acumulación. Según un estudio de 2021 del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), las olas de calor marinas han duplicado su frecuencia entre 1982 y 2016. No sólo eso: se han vuelto también más intensas y largas.
Al igual que las olas de calor que experimentamos en tierra, las marinas se dan cuando las temperaturas son superiores al percentil 90 del rango histórico en una región determinada.
Y eso es lo que está pasando en prácticamente todo el planeta. El Golfo de México y el Mar Caribe también están experimentando un calor extremo, alcanzando temperaturas de 32ºC, impulsadas por la colisión de los ciclos climáticos y el fenómeno de El Niño. Se trata del dato más alto en un siglo.
La lista continúa: se ha detectado otra gran ola de calor marina en la costa oeste de EEUU y Canadá. Y, según Mercator Ocean International, otra en el Mediterráneo Occidental se está intensificando alrededor del Estrecho de Gibraltar.
También se han observado inusuales temperaturas en el agua que rodea Irlanda, Reino Unido y el Mar Báltico, así como en áreas cercanas a Nueva Zelanda y Australia.
¿Por qué sucede? Aunque las causas son muchas y muy variadas, los cambios a corto plazo en los patrones de la circulación oceánica y atmosférica regionales afectan al calor del mar. Pero el factor clave sigue siendo el mismo: el aumento a largo plazo en las temperaturas oceánicas impulsados por la emisión de gases con efecto invernadero y el cambio climático.
Otro factor que parece estar contribuyendo es el volumen de aerosoles en la atmósfera, que tienen un leve efecto de enfriamiento. Además, recientemente ha habido una inusual falta de polvo del Sahara, que también tiene un efecto enfriador en las aguas.
¿Por qué debería importarnos? Porque las consecuencias a largo plazo pueden ser devastadoras. Desde hace años, los científicos están prestando mucha atención a las temperaturas de la superficie del mar porque ahí es donde el agua se mezcla con el aire. Esa evaporación da vida a las corrientes de aire y la lluvia: un proceso que puede agravar las tormentas, las sequías y dar lugar a huracanes, a veces incluso al otro lado del mundo.
Pero, sobre todo, tiene el poder de cambiar los ecosistemas marinos, perjudicando la vida de los animales y personas. El agua muy caliente puede retrasar el afloramiento, que es un fenómeno muy importante porque trae nutrientes desde las profundidades del agua como compuestos de nitrógeno y fósforo hacia la superficie, alimentando el plancton que forma la base de la pirámide alimenticia. Y aproximadamente la mitad de los peces del mundo se capturan en zonas de afloramiento.
El agua más caliente, además, retiene menos oxígeno, lo que puede sofocar la vida marina. En el Mar Mediterráneo, temperaturas extremas entre 2015 y 2019 provocaron la muerte masiva de especies como corales y algas.
La economía de la pesca también podría sufrir en muchas regiones. Lo hemos visto en el pasado. En 2012, una ola de calor en el Atlántico hizo que las especies se movieran de sitio y migraran antes de tiempo, cambiando cuándo y cuánta pesca pudo obtenerse aquel año. El efecto podría duplicarse en los países insulares, que son la primera línea más amenazada del planeta.
En definitiva, las olas de calor marinas son una tendencia peligrosa que pasa desapercibida. Tenemos que actuar ahora para reducir nuestra huella de carbono y proteger nuestros océanos.