Clementina Otero, defensora de los derechos al arte y la cultura

Clementina Otero

Ciudad de México, 13 de septiembre.- Una de las promotoras culturales más importantes en el México del siglo XX fue, sin duda, la maestra Clementina Otero, quien tuvo una influencia decisiva en la configuración de instituciones artísticas y culturales en los campos del teatro y la danza, principalmente como derechos inalienables tanto de niños y niñas como de adultos.

Este 13 de septiembre se cumpliría un aniversario más del nacimiento de Clementina Otero, artista y musa, por lo que la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) la recuerdan como una de las pioneras en la lucha por el derecho al arte y la cultura y los derechos de la mujer en un mundo dominado por hombres.

La maestra Otero destacó como primera actriz, escritora y promotora cultural, haciendo oír su voz y pensamiento dentro de uno de los grupos varoniles más importantes y trascendentes de principios del siglo XX en México: los Contemporáneos. Ahí compartió talento e intereses con intelectuales de la talla de Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jorge Cuesta, Roberto Montenegro, Manuel Rodríguez Lozano, Celestino y José Gorostiza.

La maestra Clementina Otero de Barrios (como aún se le llama en el medio cultural, principalmente por los jóvenes), desarrolló una vida siempre ligada a las artes: al teatro, la literatura, la danza y la creación de instituciones culturales, además de vincular su vida y su trabajo al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), donde dirigió a agrupaciones artísticas que ella misma promovió desde su fundación, como la Escuela Nacional de Arte Teatral, la Compañía Nacional de Danza y el Programa de Teatro Infantil y Escolar, aún vigentes en el siglo XXI.

Otra parte importante de su vida estuvo ligada a la promoción de la danza, en especial la danza folclórica. A los 64 años de edad la maestra dedicó otros 23 años de trabajo a la difusión y consolidación de otra institución cultural del país: el Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, en el cual continúa su tarea como formadora de nuevas generaciones de bailarines.

Como artista de los escenarios se le reconoció como “la mejor actriz de México”, participando en numerosos montajes —muchos de ellos en el Palacio de Bellas Artes— al lado de artistas como Gilberto Owen —su eterno enamorado, cuyas cartas dieron pie al libro Me muero de sin usted. Cartas de amor a Clementina Otero—, Virginia Fábregas, María Tereza Montoya, Alberto Galán, Carlos López Moctezuma y Enrique Herrera, entre otros, dirigidos por Villaurrutia, Novo, Gorostiza, etcétera.

Clementina Otero nació en la Ciudad de México el 13 de septiembre de 1909. Muy joven, a los 17 años, se vinculó al Teatro de Ulises —patrocinado por Antonieta Rivas Mercado— donde compartió con los Contemporáneos, naciendo así su carrera dentro de las artes escénicas.

Su primera obra fue El peregrino, de Charles Vildrac, dirigida por Celestino Gorostiza, con quien continuó trabajando, de 1932 a 1938, en una segunda etapa, esta vez en otro de los pilares del arte escénico mexicano: el Teatro de Orientación. De esa época se le recuerda por la obra Minnie la cándida, de Massimo Bontempelli, que dirigió Xavier Villaurrutia y se escenificó en el Teatro del Palacio de Bellas Artes

Luego trabajó con La Comedia Mexicana (al lado de María Tereza Montoya, Virginia Fábregas y Fernando Soler) y con el Teatro de Media Noche (con Rodolfo Usigli). En 1942, la Fundación Rockefeller le dio una beca para estudiar arte dramático en la Universidad de Yale. A su regreso se integró a las compañías de Alfredo Gómez de la Vega y Teatro de México con la que estrenó Carlota de México, de Miguel N. Lira, dirigida por Villaurrutia, que le valió el premio a la Mejor Actriz del año 1943.

Dos años después, cuando se le calificó como “la mejor actriz de México”, Clementina Otero dejó los escenarios y contrajo nupcias con Carlos Barrios, pero su labor por el teatro y la danza siguió desde otra trinchera: la docencia. A lo largo de 35 años encaminó en el arte escénico a actores como José Solé, Luis Gimeno, Ignacio López Tarso, Enrique Alonso, Héctor Gómez y Martha Ofelia Galindo, entre muchos otros.

A su regreso de Estados Unidos, la maestra Otero se había comprometió con la creación de una escuela de teatro, proyecto que presentó al entonces director de Bellas Artes, Carlos Pellicer. En 1946, con ayuda de Concepción Sada, se hizo realidad la hoy conocida Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) del Inbal. Clementina Otero fue su directora de 1963 a 1965.

También creó, en los años cuarenta, la Compañía de Teatro Infantil de Bellas Artes, con el apoyo de Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia, ya que la maestra consideraba que el futuro del teatro estaba en los niños. La compañía recibió el apoyo de Benito Coquet, entonces director de Educación Extraescolar y Estética de la Secretaría de Educación Pública. De ahí surgió lo que hasta la fecha se conoce como el Programa de Teatro Escolar del Inbal.

Después de una ardua labor en beneficio del teatro, Clementina Otero fue nombrada por José Luis Martínez, entonces director general del Inbal, directora del Departamento de Danza, cargo que ocupó de 1965 hasta 1971.

En ese tiempo dio un fuerte impulso a la danza, organizó temporadas y festivales nacionales e internacionales; creó el Ballet de los Cinco Continentes y promovió a la Compañía Nacional de Danza, el Ballet Clásico de México y el grupo folclórico de la Academia de la Danza Mexicana. Además, propició la renovación del concepto coreográfico invitando a México a artistas como José Limón, Aurora Bosch y Ana Sokolow.

En 1973, la maestra se integró al Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández para dirigir sus escuelas de Danza Moderna y de Danza Folklórica, lo cual hizo hasta su muerte ocurrida el 30 de septiembre de 1996.