Por Cristopher Cruz
El territorio mexicano aún tiene una gran cantidad de secretos bajo sus suelos, que dan cuenta de una historia que no termina de escribirse. Prueba de ello es el reciente descubrimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); se trata de los vestigios de un antiguo asentamiento humano que data de hace más de un milenio.
Los descubrimientos se dieron durante la construcción de una nueva carretera en el estado de Tamaulipas. El camino planea conectar los municipios de Mante, Ocampo y Tula, en una zona donde habitó la cultura huasteca, en una zona al noreste mexicano, cerca del Golfo de México.
En el lugar, denominado El Naranjo, se encontraron dos basamentos con forma circular, así como al menos una docena de entierros humanos, los cuales revelaron que en dicha región se asentó una población parte de la tradición huasteca. De acuerdo con el arqueólogo Esteban Ávalos Beltrán, posiblemente habitaron durante el último tramo del periodo Clásico, entre el 600 y 900 d.C.
Sin embargo, el investigador del INAH reveló que dicha área en el municipio de Ocampo comenzó a ser ocupada desde hace varios milenios —antes de nuestra era— aproximadamente hace 9 mil años. Esto se sabe gracias a los registros naturales que dejó la domesticación de diversas plantas silvestres y el origen de la agricultura en lo que actualmente es México.
Asimismo, lo que dejó huella de que ahí se consolidó una parte de la cultura huasteca fueron los elementos que denotan su estilo arquitectónico y diversos vestigios cerámicos, los cuales comparten características en común con diversos grupos locales y foráneos que conforman tal cultura.
Por su parte, Ávalos Beltrán apuntó lo importancia de su ubicación dentro del septentrión mesoamericano, “en uno de los valles de la Sierra Madre Oriental, entre las Grutas de la Puente y el Cañón de la Servilleta, donde comienzan a observarse características que siglos más tarde, en el periodo Postclásico, se asociarían a la tradición huasteca”, se detalla en un comunicado del INAH.
Con respecto a lo que se encontró en el lugar, destacó las edificaciones, pues éstas se realizaron con tierra, basalto y piedra caliza. Con ello, se puso en evidencia que en aquel entonces se llevó a cabo el acarreo de material desde diversos puntos, así como el uso de una población enfocada a la construcción.
También, resaltaron los trabajos de tallado de conchas, algunos cuarzos perforados y la presencia de navajas elaboradas con obsidiana. De acuerdo con el investigador, se trata de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes en la entidad de Tamaulipas en los últimos años, pues no solo reveló la presencia de civilizaciones en la zona, sino que también dio cuenta de la filiación biológica y cultural en aquel entonces.
Te puede interesar: Convocaron a una marcha en defensa de los militares involucrados en masacre de Nuevo Laredo
Por otro lado, uno de los basamentos encontrados se trata de una construcción de piedra que tiene un diámetro de 20 metros, el cual fue denominado Montículo 4, mientras que el Montículo 1 es una estructura cuyo diámetro alcanza los 30 metros. Al momento se sabe que ahí se realizaban diversas actividades, las cuales podrían ser religiosas, económicas, sociales o políticas.
Dentro del Montículo 4 se encontró un entierro múltiple en el que se hallaron tres osamentas de tres adultos que contaban con pendientes de concha y cuarzo verde. Además, en la zona también fueron vistos otros entierros en condiciones diferentes, lo que reveló las diversas prácticas funerarias en la huasteca tamaulipeca.
Tras el hallazgo, el proyecto se constituirá como un salvamento, en el cual —al momento— ya se realizaron trabajos de identificación y exploración, con miras a seguir indagando la región huasteca.